Bioética en el cine


El Séptimo Arte ha sido una de las últimas disciplinas en alcanzar esta consideración, pero dada su proximidad a otras como la literatura o la fotografía, tiene una capacidad innata de comunicación y expresividad que cuando se emplean adecuadamente lo convierten en un poderoso medio para la reflexión, e incluso para el intento de cambio social, moral…

En este apartado que desde AEBI se dedica al cine, a La Vida Humana a Través del Cine, tratamos de mostrar los distintos aspectos a los que se puede enfrentar la bioética desde la cercanía que transmite este medio, mediante delicada selección de películas debidamente analizadas y comentadas.
 

Joker

Cine desde el espectador 
Gloria Mª Tomás y Garrido 
Catedrática Honoraria de Bioética. UCAM. Murcia.

Crítica cedida por Coín Tomás y Garrido, Prof. de Antropología de la Universidad Católica de Valencia.

   

Año: 2019

País: EEUU

Género: Drama

Dirección: Todd Phillips

Guión: Todd Phillips, Scott Silver

Intérpretes: Joaquin Phoenis, Robert de Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy, Shea Whigham, Bill Camps, Duoglas Hodge

Música: Hildur Guodanotti

Fotografía: Lawrence Sher

 

Leo en la pantalla “Fin”. Se encienden las luces. Un silencio profundo envuelve la sala. Nadie respira, nadie habla. Poco a poco, lentamente, los espectadores nos levantamos invadidos por un silencio que tiene algo de aterrador. Interiormente siento que tengo que asimilar esto.  ¿somos todos culpables? Acabo de vivir la peor de las pesadillas. Dos frases la resumen. Se lee en el diario del payaso asesino: “la muerte no puede darme más sufrimientos que la vida”. Y la que el protagonista repite varias veces: “no he sido feliz ni un momento de mi vida”. ¡Escalofriante! Percibo que he sido testigo de la marginalidad física, psíquica, material y moral más cruel. ‘joker’ parece «herramienta» perfecta para estudiar cómo se forma un asesino: es la crítica más brutal al egoísmo de la sociedad actual, a la soledad y a la miseria en los grandes espacios urbanos.

Estamos ante una gran película que no sería lo que es sin un actor de altura. La interpretación de Joaquín Phoenix es sensacional y tiene el mérito de dar coherencia a laberíntica personalidad de Joker. Toda la cinta se alimenta -con una fotografía crepuscular apabullante, un uso absolutamente expresivo del color, con una banda sonora espectacular-, del gesto descompuesto de su actor capaz de producir una mezcla imposible de terror, ternura, compasión y asco que trasmite en cuerpo y alma una crueldad perversa con escenas llenas de dureza.

No es una película de superhéroes y, contra lo que pudiera parecer por su título y pese a las risas, no se acerca a la comedia; es una película de un supervillano: es cine negro, con serios dilemas morales que conviene plantearse. Cuenta la vida de un psicópata destinado, a su pesar -su sufrimiento es palpable y estremecedor-, a ser líder de un mundo en demolición. El actor realiza un trabajo descomunal en lo físico y de descontrolado gobierno en lo psicológico, fruto de un profundo estudió de las manifestaciones de la enfermedad mental. Phoenix llegó a adelgazar 23 kilos para dar fragilidad al personaje. Utiliza esa delgadez para resultar vulnerable y amenazante a la vez a través de una mirada alucinada y un sutil amaneramiento.

 

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Arthur Fleck es un don nadie, un ser sin entorno que vive en la inhóspita ciudad de Gotham en la que se acumulan toneladas de basura por la huelga. Se dedica a cuidar amorosamente a su frágil madre. De día trabaja por horas y de noche intenta hacer realidad su sueño de dedicarse a la comedia –“he nacido para hacer reír”- pero lo cierto es que siempre fracasa.

Desequilibrado, padece una resquebrajadura mental y vital con un trastorno que le hace reír a destiempo. Las carcajadas se convierten en tos nerviosa, y la sonrisa en el primer síntoma de una enfermedad que se extiende mucho más allá de su cuerpo. Canta canciones, se cae y se levanta, aúlla y llora porque la pena le abruma y le enloquece.

Se enfrenta a la crueldad de una sociedad desnortada e insolidaria, con una enorme brecha social entre pobres y ricos, en la que unos y otros tienen comportamientos inhumanos -impactante la escena de los tres ejecutivos en el metro y la de los chavales que le roban la pancarta de reclamo de anuncio, se ríen de él y le dan una soberana paliza. Su resquebrajamiento es constante, creciente, se deprime más y más porque todo a su alrededor se le viene abajo. Deambula por infectas calles y cuando ríe, parece estar vomitando todos los males que lleva dentro, enfrentado a la crueldad de una sociedad que le empuja a pasar de la vulnerabilidad a la inmoralidad.

Atrapado en una existencia que se tambalea ante el precipicio de la dura realidad y la locura, tomará una decisión que desembocará en trágicos acontecimientos que incrementaran su ira y su odio contra una sociedad que le ignora.

La historia penetra con inteligencia en la figura patética del payaso triste, en los pliegues más recónditos de su drama existencial: en sus miedos -hay traumas infantiles-, sus deseos y sus recuerdos. Joker habla de la enfermedad mental, de la búsqueda de la paternidad que nunca tuvo, de la precariedad y de sus consecuencias, de la necesidad de afecto y del dolor de la marginación. Panorama que permite entender al villano, sin poder justificar sus violentos excesos. Joker representa al hombre desnortado, sin futuro, ignorado por una sociedad insensible. Fruto de su hartazgo, llega a una situación límite catastrófica.

Coin Tomás y Garrido

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