La Vida Humana a Través del Cine Sección dirigida por Gloria Mª Tomás y Garrido Catedrática de Bioética. UCAM. Murcia. |
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Nuestro tiempo se ufana de ser el de la vida intensa y, esa vida intensa, en ocasiones, no es sino una vida agitada: velocidad, eficiencia, eficacia, cantidad, stress. Hay un sinfín de objetos que, para correr más, invaden nuestra intimidad –coche, móvil, Ipod, portátil,…- y pontifican nuestra vida social, de tal modo que, como cantaba Amaral ¡sin ti, no soy nada...! Se nos ha olvidado que los grandes gozos no se saborean corriendo, aunque quizás podamos asimilarlos; y que en la vida hay un plus, un algo que la persona anhela y del que nunca se cansa: lo inefable. Se ha escrito que lo peligroso de las balas no es el trozo de plomo de que constan, sino su velocidad. Por analogía, lo malo de nuestra civilización no es la técnica, ni siquiera la masificación, sino su prisa, que pueden desdibujar la categoría de cada existencia humana. Apuesto por recuperar el silencio creador. Curiosamente, ése es el título de un buen libro ya antiguo, coordinado por Federico Delclaux, y editado por Rialp. De él, extraigo: el silencio admirativo/ el realismo está en la obra cuando el idealismo está en el alma/ esta vida, tan huidiza/ en el mundo hay sólo un heroísmo: verlo tal cual es…y amarlo/ la silenciosa percepción de la realidad/ el poeta es el hombre más inocente y más sabio de la tierra. Esta frase son lanzaderas que pueden ayudar a un enriquecimiento ético, que yo denominaría Ética del Silencio -ética cercana y exigente- que inspira una sola pregunta: Felicidad ¿dónde estás…? La Ética del Silencio, de la reflexión, está para recuperar lo que nos habita dentro, para escuchar la vida que está fuera. El silencio está en todas partes/ y persigue con su prestigio intacto/ su porvenir inédito, expresa San Juan de la Cruz. Los buenos silencios interiores nos enseñan de una vez por todas que las carencias, personales, o las carencias de los otros que, como mínimo, parecen que nos molestan, ¡constituyen el vivir! Cuando de algo se carece, o no se ha descubierto, o se ha perdido, ahí está -o puede estarlo, o debe hacerlo- el otro. Felicidad ¿Dónde estás….? La vida no vuelve, por eso se entienden las prisas y las urgencias. Nunca somos ni seremos una exclusiva materia de nuestros cálculos; dentro de las limitaciones humanas, y fuera de las complejidades familiares, sociales y políticas, cada persona tiene delante de sí la posibilidad de realizar la síntesis vital de su existir, trazando por un camino amplio y estrecho, a la vez, la ruta de su felicidad que buscamos. Viene al caso recordar al poeta Juan Ramón Jiménez, del que acaba de cumplirse el centenario de su muerte. Una de sus obras claves es La soledad sonora –título que toma de una poesía de San Juan de la Cruz. Enla poesía juanramoniana esta soledad sonora -ser oyente de sí mismo- se identifica simbólicamente con el alma del poeta, considerada como un jardín y también implica los presagios de una vida más honda, que lleva a intuir los detalles profundos de la vida no explicables racionalmente, como por ejemplo, la transformación del dolor en belleza. Y, es que, como ya dijo hace mucho tiempo, el entonces Cardenal Ratzinger, existe la expresión muda de una alegría que, por encontrarse por encima de las palabras, ya no precisa de ellas. Sirvan estas reflexiones para explicar el gran éxito de la película The Artist. Sin entrar en el análisis del argumento, a mí entender, cala porque las alegrías, los sinsabores, las posibilidades, las decepciones que aparecen, no se explican con palabras, se sienten, se captan de otros modos; con esta Ética del Silencio. Por supuesto que la película es un homenaje al mejor cine mudo, pero es también un buen revulsivo en la sociedad actual para tener una mirada contemplativa que incita a redescubrir la soledad sonora de la vida. Para Rodríguez Chico The artist es una obra maestra en la que Michel Hazanavicius transmite con talento y oficio un amor al cine envidiable. Hay que tener mucha valentía y confianza en la fuerza seductora de la imagen para hacer en pleno siglo XXI una película muda y en blanco y negro. El director realiza un homenaje al cine y a su época silente, cuando el rostro era la ventana del alma porque la voz estaba apagada, el montaje construía historias mezclando planos y secuencias, y la fotografía buscaba los grises para dar intensidad y volumen a los melodramas. Eran los comienzos de un lenguaje que tomaba elementos de la literatura, el teatro y el resto de artes para encontrar su propia identidad, para llegar a un espectador que asistía a la sala asombrado y necesitado de historias con las que identificarse, cada una de las historias —del cine y personal— discurre de manera equilibrada y armónica. Incluso, con un punto de humor, Rodríguez Chico afirma que es necesario apuntar que el perrito se merece una mención especial, aunque probablemente nadie le vaya a conceder ningún galardón. |
El argumento es sencillo: Se sitúa en el Hollywood, 1927. Ecuador entre los últimos días del cine mudo y el comienzo del cine sonoro, que revolucionará el medio. En esa transición, muchos autores no consiguen adaptarse y caen en el olvido, mientras nuevas estrellas emergen como los rostros y las voces de la nueva era. George Valentin es una gran estrella y vieja gloria del cine mudo, y sus actuaciones eran aceptadas cinematográfica y comercialmente. Conocerá a Peppy Miller, joven con deseos de triunfar en la pantalla... La llegada del sonido para las películas supondrá el declive de Valentin, mientras que Miller alcanza la cumbre del éxito. Sus destinos se entrelazarán, pues si primero Valentín echó un cable a Peppy, después será ella la que trata de ayudar a Valentín, y no resulta sencillo no se sabe si por el orgullo de éste y también por su desprecio hacia la nueva aventura sonora. Sin embargo, el final, o el nuevo comienzo es feliz porque Peppy Miller desarrolla un ingenio traspasado de admiración, complicidad, agradecimiento y, sobre todo, amor.
TEMAS DE DEBATE: ESTUDIAR EN LOS PERSONAJES PRINCIPALES -LA SOLEDAD SONORA -LA ÉTICA DEL SILENCIO |